martes, 29 de abril de 2014

Por qué venimos a China: Mike, la historia de un navegante

"No todos los que vagan están perdidos". J. R. R. Tolkien

Todos vienen a China por una razón. Muchos de los que venimos aquí decimos “vine por trabajo”, “me gusta viajar”, “siempre quise conocer China”… lo que suele ser verdad, pero no el motor de nuestra épica mudanza. Tengo la suerte de haber conocido viajeros de paso, gente como yo que viene a trabajar por un par de años y también a aquellos que viven aquí hace varios años y no piensan irse por el momento, aunque intuyo que saben que en un futuro se irán. Todos los días alguien me regala su historia, relatos invaluables que me han enseñado tanto de ellos como de mí misma.

“Find out who you are, and do it on purpose” (Encuentra aquello que te hace ser tú mismo y hazlo a propósito) dijo Dolly Parton en una entrevista. Venimos al mundo con ese objetivo, encontrar nuestro lugar en el mundo, hacer nuestro trabajo y hacerlo bien. Pero a veces el proceso de encontrar(nos) consta de muchos prueba y error. El tiempo pasa, nos atrapa la inercia, el deber ser adulto y pagar las cuentas, nos distrae el amor, nos copa el vaguito interior… y muchos terminamos aceptando lo que ha caído frente a nuestros pies aunque no nos dé un hogar, un “llegué a casa”.

Se siente incómodo, es como engordar en invierno. Crecemos en varias dimensiones hasta que la ropa queda chica. Todo aprieta y a veces hasta lastima... y lo más triste es que después nos reímos de la regordeta que usa calzas ajustadas, pero nos da miedo mirarnos al espejo. Podemos estar mucho tiempo así, incómodos, hasta que la ropa y nuestro posible YO dicen basta.

Y cuando esto pasa, cuando ya no podemos aceptar esa mentira que decimos es YO, el mapa se vuelve una reflexión de nuestro ser. Cerramos los ojos y con un dedo marcamos aquel destino que nos alejará de la realidad por un tiempo para ver las cosas en perspectiva. Sí, nos escapamos, pero HACIA y no DESDE. Buscamos refugio por algún tiempo, y cuando nos llegan las ganas no paramos hasta encontrar aquello que vinimos a buscar.

China, ese lugar tan distinto y tan lejano de Estados Unidos, fue todo eso para Michael Johnson, quien les viene a contar su historia.

Mike

“Lo voy a hacer gratis”, me contestó luego de que le pidiera que me cubriera una clase de inglés en el colegio. Yo doy clases a niños de 3er y 4to grado, mientras que él da clases en 5to. Nunca aceptó el dinero por la clase que había dado por mí, y el día que dejé un sobre en su ventana me respondió diciendo que no me hablaría más si seguía insistiendo. Así es como adora Mike esta profesión que encontró aquí, en China, después de los 50 años de edad. La enseñanza, para él, es algo que no tiene precio.
Así aparece en el anuario, pero hay mucho sobre él que esta foto no dice.
Elk Grove, California.
Mike nació en 1955 en la base militar de Hamilton, cerca de San Francisco, California. Como buen hijo de coronel, decidió unirse a la fuerza aérea junto con su mejor amigo. Esa noche de alcohol luego de terminar la secundaria, el plan parecía buena idea. Pero Mike recuerda muy bien el momento en que tuvo que despedirse de su madre, sus hermanas y ESE mejor amigo para subirse al transporte donde un hombre alto y ancho gritaba a los cuatro vientos lo mal que la iban a pasar en los próximos meses. Su amigo no había pasado los exámenes académicos, y Mike terminó solo una carrera que él y sus superiores sabían que no era para él.

Luego de que la guerra de Vietnam llegara a su fin, al igual que su carrera militar, le dedicó su tiempo a varios trabajos: instalador de juegos para las plazas, pintor, vendedor de autos, agente de seguridad y hasta empezó su propio negocio de tablas de skateboard, el cual nunca tuvo éxito.

Odió cada uno de estos trabajos.

Luego de algunos años, en 1977 entró a trabajar en gerencia en una compañía de cierres y broches, y es allí que descubrió que ser perseverante (o testarudo, diríamos sus compañeros de trabajo) tenía sus frutos: escaló posiciones en distintas empresas hasta convertirse en director de una compañía de productos electrónicos en el sur de California.

Odió cada uno de esos trabajos.

Abrazó el poder y el éxito como si fuera la madre de sus hijos, hasta que ésta realmente apareció en su camino. En 1986 sucedió lo que él me recuerda todos y cada uno de los días mientras compartimos el desayuno… conoció a su esposa Blanca, una mexicana inmigrante ilegal cuyo verdadero nombre aún no me ha dicho. Se casan sin pensarlo demasiado y en 1987 nace su única hija.

Como él lo cuenta, tenían dos opciones: o comprarle a su hija un arma para defenderse o mudarse a Sacramento. Comprar un arma era demasiado caro así que finalmente se mudaron y Mike abrió una compañía dedicada a reparar ascensores mientras que su esposa abrió una compañía de servicio de limpieza.

Odiaba su trabajo, pero amaba a su familia.

Muchos pañales, libros escolares, viajes familiares y asados en el patio de su casa después, lo que llenaba su vida lo abandonó. Blanca enfermó y falleció muy poco después en 2008. El dice que lo único que recuerda de esa época es el silencio que no lo dejaba dormir.

Vivía en la casa que él había construido para los tres con los fantasmas de una vida más feliz, y se levantaba todos los días a la misma hora para hacer el trabajo que había detestado toda su vida. Pero esta vez lo hacía sin haber desayunado los burritos mañaneros de Blanca.

Así que un buen día, se fue.

Vendió su casa y sus pertenencias y se compró un bote en Florida. Se unió a un curso de navegación y náutica (el cuál nunca aprobó), y decidió embarcarse en un viaje de un año por el caribe. Atravesó canales y desembarcó en grandes y pequeñas islas. Transportó gente, literalmente sobrevivió tormentas y noches de drogas y alcohol que todavía no está seguro si realmente ocurrieron o no. Contrajo graves enfermedades y dejó hospitales sintiéndose más vivo que nunca… hasta que llegó a Cuba y tuvo que volver a su país a la fuerza (no me quiere contar qué sucedió pero supongo que debe haber sido lo mismo que sucedió cuando quiso infiltrarse en Vietnam y Corea del Norte sin visa). Un año después de su partida vendió su bote a una pareja que había conocido en Hawaii y que, después de casarse, quería hacer lo mismo que él había hecho (mientras lo cuenta repite una y otra vez ¿Por qué dejé mi barco? ¿Por qué?”). Sus días de navegante habían terminado.

Mike tenía miedo. Si algo no quería era volver a escuchar silencio. Así que sin pensarlo se embarcó en la verdadera aventura de su vida. Se acordó de aquel plan que había elaborado antes de que su esposa apareciera en su vida: visitar China.

Este nuevo capítulo aún lo tiene atado aquí. Luego de tres meses de visitar ciudades y conocer gente que lo inspiraba a saber un poco más de sí, entendió que ya había tenido demasiados problemas con visas y que si quería quedarse tendría que encontrar un trabajo. Todos le decían lo mismo: "Si querés venir a China, tenés que dar clases de inglés".
No lo conocía mucho en ese entonces, pero cuando vi como sus ex-alumnos gritaban su nombre no me quedó duda de qué tipo de persona estaba por conocer.
Y encontró mucho más que dinero: acá, en este colegio pupilo de la pequeña ciudad de Yangzhou, a miles de kilómetros de su ya lejos realidad, Mike encontró lo que hoy lo hace ser él mismo: enseñar. A pesar de no haber estudiado para ser uno, Mike es un maestro de alma. Basta con ver cómo sus alumnos de otros años lo vitorean en los pasillos, o como sus alumnos sonríen cuando él entra al aula. Es difícil no ocultar una sonrisa cuando veo cómo defiende sus métodos en las reuniones escolares y cómo se pelea con nuestro jefe para cambiar políticas que todos creemos injustas.

Ama su trabajo.
Mike es el tubo de pasta dental. Es el encargado de recibir a los niños en la casa embrujada durante Halloween =)

Desde que lo conocí sabía que tenía que escribir sobre él, quería que todos lo conocieran. No se arrepiente de nada de lo que hizo en la vida, ni de los desaciertos ni de aquella decisión que lo llevó a ser hoy el hombre que es. Es la persona que describe aquello que siempre pensé que tenía sentido pero me aterraba y que creo que todos debemos hacer de la manera que podamos: seguir hasta lograrlo, hasta encontrar ese lugar que llamamos “hogar”, en el que nos encontramos seguros y satisfechos, y que no siempre tiene un nombre en el mapa.


Entrevista a Mike

¿Cómo te describirías?

Soy un navegante. Hago mi camino al andar y busco encontrar placer mientras causo el menor daño posible.
Mi comida favorita es el pavo y la salsa que hacía mi esposa. Mis películas favoritas han iniciado dos de mis viajes: Los Cazadores del Arca Perdida y Mamma Mía. Mi dibujo animado favorito es La Pequeña Sirenita (aún estoy enamorado de Ariel).
Soy un tipo bastante feliz, incluso cuando me levanto todos los días a las 5 am (la escuela militar me entrenó como un perro de Pavlov y no puedo dormir después de esa hora).
Sé un poquito de todo y mucho de nada. Pero eso me ha alcanzado para sobrevivir.
¿Qué es lo máximo de tu día?
Ver que mis alumnos aprenden lo que yo les quiero enseñar. Sea inglés u otra cosa. Me decepciona entrar a una clase donde veo que mis alumnos no están interesados y me pregunto por qué, pero me fascina entrar a una clase donde veo que hay entusiasmo y que todos (o casi todos, siempre está el de atrás del todo al que la revista le parece más interesante que mi voz) me muestran su entusiasmo.
Como yo lo veo, en mis clases están esos niños que buscan ese premio que les doy, que no es más que su propio aprender. Después están esos niños que no lo quieren, que prefieren ignorarme, que están enojados, que no lo van a intentar. Y eso para mí es mí fracaso. Pero este trabajo me presenta con logros y fracasos todos los días. Y eso hace que mi trabajo sea tan interesante.
¿Qué es lo que cambiarías de tu trabajo en China?
El mal comportamiento de nuestros alumnos tiene raíz en un problema: lo que enseñamos no les sirve. La educación en China está atrasada en unos treinta o cuarenta años. Aquí pretenden que hagamos lo que en occidente se hacía hace muchos años.
Cambiaría el contenido de las clases de inglés. A través de los años me he dado cuenta que los libros que debemos usar son anticuados, que el lenguaje es simple y que a estos niños no les sirve para poder comunicarse con nosotros u otras personas. Les enseñamos a decir frases que ni nosotros usaríamos y les decimos que cuenten una historia cuando no saben por dónde empezar… y esto tiene una razón. Les faltan las bases.
Si encontramos aquello que estos niños necesitan aprender, las clases se convertirían en un desafío y mis alumnos se engancharían mucho más.
¿Cómo ha cambiado tu vida vivir en China?
Puedo pensar en mil cosas a la vez. Pero si tuviera que pensar en algo puedo decir que China me ha dado un propósito. Me pasé mi vida trabajando en cosas que para mí no tenían sentido, rodeado de gente a la que nunca respeté. Y desde que empecé a trabajar aquí amo lo que hago, y no sólo estoy rodeado de gente que quiero sino que respeto todos los días por el enorme trabajo que hacen con estos niños.
Antes de dejar los Estados Unidos estaba enamorado de mi familia, pero estaba peleado con mi vida. Sentía enojo y no sabía cómo cambiarlo. Me pasaba los días soñando con una vida mejor, cada hora de cada día. Y desde que me mudé a china no tengo esos sueños diurnos. Los vivo a cada minuto.

Todos esos viajes, todas esas locuras de las que te cuento todos los días… no se comparan ni por un segundo a la felicidad que siento todas las mañanas cuando me levanto para hacer algo que amo ¿Quién puede decir que cambiaron 50 años de enojo por algo que aman? ¿Quién? Soy un tipo tremendamente afortunado.

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