viernes, 27 de diciembre de 2013

Navidad en Yangzhou 2013

“¿Qué estaban haciendo hoy un año atrás?” Preguntó Graham, un profesor de Canadá que trabaja en otra escuela mientras bebía un sorbo de su Heineken china en Ronnies, un bar para expatriados de Yangzhou donde nos juntamos los fines de semana.

Aparentemente es algo que él y sus amigos hacen en esta época del año, para ver en qué ha cambiado su vida en un año. La pregunta me arrancó distintas sensaciones, y en verdad me vi silenciosa por unos momentos. Pero la sentí, fuerte y vibrante, esa sensación de bienestar que se aloja en el vientre y dice “estas bien”.

En navidad el año pasado estaba transitando por una época de transición. Había terminado hacía un par de meses con el que creía que era mi compañero de vida, quería dejar de ser docente y estaba viviendo con mis padres porque había tenido que dejar el departamento donde vivía. A las 9 pm del 24 de diciembre del 2012 me encontraba en el patio de mis tíos en Rosario, como cada navidad, mirando como los hombres se encargaban del asado tomando un malbec, mientas mi tía hervía papas y huevos al son de su abanico, que usaba para defenderse de los 50 grados centígrados que marcaba el termómetro de la cocina.

Todo era incertidumbre y hasta un poco de tristeza, pero si miran estas fotos con atención no cabe duda de la felicidad que me producía estar en ese lugar. Tengo la suerte de tener la mejor de las familias y los mejores amigos, que siempre me hicieron ver la realidad bajo la mejor luz. Esa noche el gran manto de duda que se cernía sobre mí, un tanto quemada por el sol y abrumada por el calor, se convertía en una gran posibilidad de cambio.
Navidad 2012
Para ese entonces no imaginaba que fuera un cambio tan drástico. China no estaba en las cartas todavía.
Hoy, exactamente un año después de ese momento, me asombro de lo mucho que ha cambiado el escenario. Pienso en dos cosas cuando digo que todo se ve distinto: lo que era obvio, la navidad en sí, y lo que era menos obvio y sorpresivamente gratificante, yo me veo y me siento distinta.

La navidad en Yangzhou es…diferente. Y a pesar de que en un momento pensé que iba a extrañar todas esas pequeñeces que hacen de la navidad en mi hogar algo que amo, disfruté de cada momento estos últimos días. Todo se lo debo otra vez a la gente que me rodea.

Los días previos

Como en cualquier lugar en el mundo, aparentemente, navidad empieza a vivirse a mediados de noviembre. Los árboles de navidad engalanan los shoppings, los adornos plateados y dorados decoraban las vidrieras y los carteles de “christmas sale” atraían a muchos potenciales compradores. Pero fue escuchar villancicos en vez de canciones en chino en la escuela lo que me hizo darme cuenta que la navidad estaba cerca.

Mis alumnos aparecieron un lunes no hace mucho arrastrando bolsas de adornos que sus padres habían comprado especialmente para adornar las clases. Poner guirnaldas de colores y adornos llenos de brillo y luces en el aula se convirtió en una competencia voraz donde todos miraban al curso de al lado para ver quién ponía más cosas. 4to Grado tenía hasta seis árboles de navidad dentro del curso.
cuatro árboles distintos en un mismo aula
La navidad en China no se celebra como la celebramos nosotros. No solo porque China no tiene religión oficial, sino porque si la hubiera no sería el catolicismo. No hay pan dulce ni sidra, no se tiran fuegos artificiales, no se da asueto a los trabajadores ni el 24 ni el 25… pero les puedo asegurar que lo que viví me hace entender que celebran lo que a mí más me gusta de la navidad: dar y compartir.

Porque saben que yo si lo festejo, cada vez que me veían en los pasillos me hacían pequeños regalitos al mismo tiempo que me seguían para darme un abrazo si no tenían nada para darme. Me invitaban a sus aulas y me pedían consejos sobre dónde poner los pequeños adornitos con formas navideñas. Los encontraba leyendo historias de Navidad y a más de uno les saqué tarjetitas que confeccionaban en mi clase para algún amiguito con la frase “Merry Christmas”. En muchos casos se las devolví, me dio un poco de pena quedármelas.
Con lo que me encontré este lunes en el escritorio... amorosos.
Porque es una escuela internacional me dieron la oportunidad de ser Mamá Noel por un día y les fui a llevar regalitos en la hora de lectura (tipo 8 pm, estos chicos están adentro tooooodo el día). Lo que encontré cuando crucé la puerta es impagable. Sí, eran pequeños regalitos, pero los agarraban y los contemplaban con una ternura inmensa. Y llegué a 3er grado y me encontré con esta sorpresa que me tenían preparada. Literalmente casi lloro con las orejas de Santa puestas…

Me hicieron más parte de su mundo y compartieron su perspectiva de la navidad.
Team Santa Clause

Tercer grado "Touch your nose!"

"Scream!"
La Cena

El calorcito veraniego, la cerveza bien helada, un choripán, los chistes, las anécdotas que siempre involucran a mi abuelo, los chicos correteando para que no los alcance el sueño, los juegos de póker a la 1 am, el campeonato de truco y la salida a algún barcito con primos, hermanos, esposos, parejas… todo eso es lo que más me gusta de la cena de navidad en casa. Hace varios años venimos festejando con toda la familia Martínez de esa manera y nos encanta.

Cambié esa foto por una donde todos estábamos cargados de sweaters, ropa térmica, bufandas y gorros dentro del salón donde nos sirvieron la comida. Con una temperatura rozando el bajo cero, a las 6v pm se sirvió mezcla de pizza, sashimi, puré de papa, alitas de pollo y cheesecake que eran el deleite de todos los profesores internacionales, sus niños, y los cocineros que todos los días nos sirven el almuerzo y hoy compartían algo nuestro. Ah! Y mis amigos, los Maggio, dos argentinos que aparentemente andaban por estos lados y se unieron a la cena. Creo que mi lengua me agradeció el hablar en argentino después de 5 meses.
El mejor regalo en la cena de navidad: almendras, chocolate, chocolate caliente y una taza que grita China por todos lados. Mike, mi Santa Invisible está mirando desde atrás mi feliz reacción al ver todos esos regalos.
Me había imaginado una Navidad un poco triste por no poder estar con mi familia, compartir con mis amistades, comprar regalos para todos por doquier porque me fascina, celebrar, brindar, abrazar cuando el reloj dicta las doce… pero me sorprendí al escuchar historias de compañeros y amigos que realmente estaban extrañando sus hogares con melancolía y yo estaba muy lejos de eso.

Creo que tuvo que ver un poco porque hice de la navidad en Yangzhou un poco mía. Como siempre me predispuse a hacer regalos más allá del Amigo Invisible que había coordinado la escuela. Le dediqué todo un día a ver qué les faltaba y qué quería regalarles a cada uno como hago siempre. Y sí, hice dulce de leche y lo regalé, para que todos sepan un poquito más de mí.

También decidí hacerme un regalo y di una clase sobre mi país en nochebuena. Les enseñé a los chicos todo lo que yo creo que somos. Y dos o tres días después me siguen pidiendo pan con dulce de leche mientras me muestran qué gesto tano con la mano les sale bien.

Mi sonrisa atemporal también se debe a que sé que aunque no estén acá conmigo tengo a mi familia y a mis amigos conmigo todo el tiempo.

Y por último, y creo que lo más importante, esta Navidad fue plenamente mía porque recibí de mí misma el mejor regalo: quererme, entenderme y ayudarme. Soy yo y soy otra al mismo tiempo. Cuando Graham me hizo esa pregunta esa noche en Ronnies me di cuenta de todo lo que estaba cambiando. Me di cuenta de ese potencial enorme que cada uno tiene para poner un pie en el freno, decir que no y emprender una búsqueda por otro camino. Haber decidido viajar a China para descubrirme a mí misma en un contexto totalmente diferente ES la mejor decisión que tomé este año. Es mi regalo para mí y es un regalo que creo por primera vez en muchas navidades no voy a cambiar.


Brindo por el cambio nomás. Por aquello que nos hace fluir y dar vida a muchas cosas más que lo cotidiano.

martes, 17 de diciembre de 2013

Yoga y Chino Mandarín: un Proceso

Para mí aprender chino hasta hoy siempre fue como aprender a tejer. Si bien nunca entendí muy bien cómo tejer aunque lo estudié, lo abandoné sabiendo que si seguía practicando iba a poder regalar hermosas bufandas, apoya vasos y medias de lana. Bueno, tejer medias era complicado. Pero sí, aprender chino para mí siempre se desviaba de mi objetivo principal de este viaje, que es aprender más de mí y entender un poco más acerca del mundo desde otra perspectiva.

Cuando surgió la oportunidad de enseñar yoga en China me di cuenta que me había equivocado.

Aprender Chino es difícil, sí, no hace falta ocultarlo. Es una de las cinco lenguas más difíciles de aprender. No hablemos del resto, es difícil para mí.

Sin pensar en leer o escribir  (para el caso habría que aprenderse 3500 caractéres de los 80000 en que están traducidos todos los textos, inclusive los modernos, para jactarse de que uno puede leer un texto en chino mandarín) de por sí que el mandarín sea una lengua tonal hace interesante al juego. Esto de los tonos, en simples palabras, quiere decir que los mismos sonidos con tonos distintos pueden significar cosas TOTALMENTE distintas. Ir a comprar bolitas de vidrio para hacer mi famoso dulce de leche ayer fue toda una odisea y sólo porque no estaba usando el tono indicado. Si bien era Dan Zhu (bolitas), la primera mujer no entendió y me dijo “mei you” (no tenemos). Obviamente no era cierto porque estaba en una juguetería en China, todos sabemos que las jugueterías en China tienen bolitas. Pregunté a una segunda y tampoco entendió, pero esta llamó a su jefa. Y rezando porque me entendiera, porque REALMENTE quería hacer dulce de leche, lo dije despacio y modulando como si estuviera jugando al dígalo con mímica. Y cuando pensé que estaba todo perdido porque la mujer no volvía de ese mar de traducción en el que se sumergen cuando hablan conmigo, parpadeó y me dijo “you” (tenemos).

Para que el dulce de leche no se pegue recomiendan poner bolitas. El dulce de leche de me quemó un poco igual.

Por favor, tienen que escuchar el siguiente poema. Díganme si escuchan la diferencia entre una y otra:



Cuando entendí lo de los tonos tuve que aceptar que era un bebé huérfano en estas cuestiones. El vocabulario chino no comparte origen con ninguna lengua que conozca, y es entonces que tengo que aprender todo de nuevo, como si fuera un bebé sin madre que me ayude a memorizar palabras y que aplauda y me mime cada vez que digo algo bien. En el gimnasio sugirieron que eso lo podía hacer un tutor chino… ay estas chicas.

La gramática no me ayuda. Para cuando ajusté lo que quiero decir en el orden que lo quiero decir, la gente se fue del lugar para no hacerme sentir incómoda o llamó por teléfono a algún familiar para que hable conmigo en inglés y traduzca (la gente no es muy paciente en esos lados). Lamentablemente me ha sucedido, y nunca tuve la oportunidad de invitar a mis compañeros de oficina a tomar el té. A pesar de todo, la gramática no es tan difícil salvo por las palabras de medida. Todo tiene una palabra de medida distinta: por ejemplo “kuai” se usa para decir “porción de torta” (yi kuai ning mang danggao), pero si quiero decir “porción de dumplings” tengo que decir “yi liang jiaozi”. Y esto no es nada, liang también sirve para referirse a los autos =D



La cereza del postre es tener que memorizar y repetir. Sé que los chinos aprenden mediante el método de la memorización (de todo tipo y manera), pero yo no nací con la misión de repetir y memorizar. Mi cuerpo lo resiste como la gata se resiste a los abrazos de Pepe Le Pew.

Alice, mi profesora de chino, se enoja cuando después de hacerme repetir quince veces la misma palabra porque no la pronuncio bien me empaco y no hablo más. Sé que repetirlo cinco veces más de la misma manera no me va a ayudar. Y perdón señora fonética, pero que sus “z”, “zh”, “ch”, “q” y “sh” suenas parecido no es mi culpa. Lo hubiera pensado hace 5000 años.

Ahora saben por qué es complicado. Pero como diría Ashley Wagner en su artículo “How Difficult is it to learn Chinese?”, si uno QUIERE aprender, se puede. Cuando uno no quiere, no se puede.

Realmente me pregunté muchas veces por qué si realmente hacía un esfuerzo no conseguía progresar, hasta que un día me contesté “No quiero aprender chino”.

¿Por qué? Aprender esta lengua significaba para mí pertenecer a un mundo demasiado ajeno, algo que hasta hace muy poco sabía que no quería. Ese esfuerzo que yo estaba haciendo contra mi propia voluntad me alejaba de lo conocido, de lo que yo consideraba verdadero, reconfortante, tolerable, amigable, entendible. No había una conexión fuerte con la cultura china como para que yo quisiera pertenecer.

Hoy, y con la ventaja que nos deja mirar para atrás, creo que este rechazo TOTAL hacia un idioma tenía (y tiene) que ver con que extraño muchas cosas de mi hogar. Me encuentro, después de muchos años, sola en lugar que siento todavía no me ha dejado entrar.

Así que, sin más, me permití estar en la primera etapa delaprendizaje del chino mandarín por más de lo indicado: la etapa de la ignorancia total. Y cuando me estaba acostumbrando a la idea de considerar lo que hablaban mis compañeros de trabajo como ruidos ininteligibles es que decidí empezar a ir al gimnasio.  Desde ese día muchas cosas cambiaron. No solo desaparecieron esos rollitos que me obligaron a ir, sino que se empezaron a abrir puertas y China me dio la bienvenida.

Ni bien me vieron entrar Jiayi y Meifeng, las recepcionistas, entraron en pánico e hicieron lo que siempre hacen cuando me ven entrar: llaman a alguien que sepa hablar inglés, aunque sea otro cliente del gimnasio al que interrumpen en su rutina de ejercicios.

Esa noche, Sarah, una vendedora de exportación quien hacía unos segundos se estaba secando el pelo en el vestidor, me llevó a recorrer el gimnasio mientras traducía lo que Zhuo Nuo, representante del gimnasio, me quería explicar.

Sí que me parecía un gimnasio completo y el personal seguramente fuera servicial y eficiente, pero no me importaba demasiado la sala de squash, el mini cine o el sauna… yo quería saber si alguien daba clases de yoga. Hacía mucho que no iba a una clase de yoga y ya estaba teniendo síntomas de abstinencia (me gustan mucho las clases de yoga grupales).

Sarah me explicó que había un profesor que daba clases durante unas horas. Siguieron hablando entre ellas y mientras observaba a todos los que interrumpían sus ejercicios para ver a la extranjera en el gimnasio me di cuenta que las dos mujeres estaban hablando de algo importante, de algo que estaba relacionado con el yoga, que seguro me sería interesante… y no estaba entendiendo una palabra.

Fue la primera vez en la noche que me molestó no entender.

Tan raro como puede sonar, intuí de qué estaban hablando y pregunté “¿Necesitan una instructora de yoga?” y la respuesta fue sí. “Yo puedo dar clases de yoga” dije sin pensarlo. Pero las tres sabíamos que sería una locura. No sabía hablar una palabra de chino.

Fue la segunda vez que me molestó no saber nada del idioma. Esta vez se sintió en el pecho, como una rabieta.

Esa noche una chica y un chico se me acercaron para hablar, y por más que saqué el traductor de Google para traducir algo que quería decir, los dos abandonaron la conversación, pretendiendo tener algo mejor que hacer.

Ahora realmente estaba molesta. En el transcurso de quizás dos horas el no saber el idioma me había alejado de algo que realmente amo: el yoga y conocer gente, hablar, escuchar sus historias, aprender.
Y lo peor de todo es que no me había sentido más sola y aislada del mundo que esa noche en el gimnasio.

Al día siguiente, Zhuo Nuo me siguió durante una buena media hora hasta la trotadora, luego por la sala de spinning y el pasillo hasta el vestidor con la misma sonrisa extraña congelada en su rostro, hasta que para su alivio encontró a Marc, un estudiante universitario chino que habla perfecto inglés. Más aliviada, Zhuo Nuo me comentó a través de Marc que en el gimnasio querían hablar conmigo para dar clases de yoga. La sonrisa ahora un tanto atemorizante seguía congelada en su rostro.

Ni bien escuché a Marc sentí ese delicioso calorcito que uno siente cuando se mete en la cama calentita un día de invierno. Para después sentir un tremendo escalofrío. Mueca accidental mediante, y porque algo en mí me dijo que yo podía hacerlo, dije que sí.


Poster en el gimnasio anunciando mis clases de yoga
 Durante la conversación, que no debe haber durado más de 5 min, hice lo posible, bien o mal, para ocultar el pánico apoderándose de mí tembleque a tembleque. Cómo podía inspirar en mis futuros alumnos lo que mis profesores habían inspirado en mí si no podía comunicarme con ellos.

Entendí unos minutos después, mientras Marc traducía la horda de comentarios que le hacía el gerente, que tenía que aprender chino cueste lo que cueste.

Eso es lo que he estado haciendo el último mes y medio. Estoy aprendiendo chino de la mejor manera, aprendiendo sobre lo que amo hacer para poder transmitir lo mismo que yo siento cada vez que abro mi mat para empezar una sesión de asanas.

No miento cuando digo que he aprendido más en este mes y medio que lo que podría haber aprendido en un año.

A veces cuando son las 12.30 am y yo todavía sigo traduciendo pasos, chequeando el diccionario y las fichas mientras ya no puedo combatir más el sueño me invade una ola de vagancia terrible.  Pero luego recuerdo que no puedo dejar que los alumnos se lastimen, o que no sepan para qué hacen esto y aquello. Me motivan las ganas de ver que mis alumnos encuentran un balance en clase… y bueno, el café y algún snack madruguero.

Estaba en las cartas, ahora lo sé. Todo esto tenía que pasar.

Es indescriptible la sensación de logro que sentí cuando les dije “siéntense derechos, pongan una rodilla arriba de la otra y las manos juntas en el centro” y lo hicieron. Y lo mejor es que todos tenían los ojos cerrados, así que no me vieron a mí hacerlo.

Me ven?
Todavía repiten alguna palabra que digo por lo bajo y ríen, pero es entendible. Hablando con una de mis pequeñas alumnas de 6to grado le pregunté por qué se reían en clase cuando explicaba los ejercicios. Wang Xiu Ying me explicó que me entendían, pero que mi chino sonaba… algo gracioso. Cuestión que es costumbre china reírse para hacer sentir bien al que está avergonzado. Todavía no me relaja demasiado, pero al menos sé que no me tengo que estresar cuando se me ríen en clase. Si alguna vez han visto a los fantásticos cocineros japoneses que trabajan en el canal Gourmet me van a entender. Quién no se ha reído alguna vez que tire la primera piedra.

Ya no veo esa pared que me separaba de este mundo en el que vivo. Siento que muchos de los que antes habitaban fuera ahora forman parte de MI proceso de aprendizaje. Ya hablo con Zhuo Nuo algunas cosas, aunque a veces usamos el traductor de google, me hice un par de amigos en el gimnasio y me hablan en chino a pedido. Hablo con los profesores en el colegio en mi chino rudimentario y las relaciones han mejorado. Mis alumnos me corrigen y me ayudan con mi tarea. Y tendrían que ver a mis compañeros de oficina haciendo la mímica de las posiciones de yoga para mejorar la traducción de mi explicación. No tengo fotos de eso, lo dejo a la imaginación (para ayudar quiero que imaginen a Li Wei, el profesor de chino, cabeza a bajo y torciendo al torso hacia arriba para mirarse la mano que apunta al techo… es más bajo que yo, un tanto regordete, usa anteojos y siempre viene a trabajar con su impecable pantalón de pana, saco y corbata). Lo que antes parecía estar dividido en grandes pedazos que no se correspondían se ve ahora como algo uniforme y unido, como debería ser. Un momento de unión del que soy parte.


Sigo pensando igual que tejer no es para mí.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Las dos caras de la moneda (2da parte)

Me habían quedado tres temas pendientes de nuestra discusión de qué es lo bueno y lo malo de lo que vemos a diario los extranjeros en China: el escuela, la comida y el paisaje.
Luego de publicar ese post me resultó un poco imposible no levantarme todos los días preguntándome con qué fin quiero ver las dos caras de la moneda. Siempre llego a la misma conclusión: vivo en un mundo que me es ajeno, extraño, a veces agresivo. Me ha costado adaptarme a casi todo lo que me rodea, incluso cosas pequeñas como ponerle azucar al café y ver que todo lo que compro está rodeado de bolsitas de plástico y cartón. No voy a mentir cuando digo que hubo situaciones (y las va a haber) donde me pregunté a mí misma qué era lo que quería hacer aquí, porque no sentía que lo estaba logrando. Me sentí como en ese momento en que viendo el cubo de rubik y sabiendo que no lo voy a poder armar lo abandono.
Pero de eso se trata, de aprender, de entender, de adaptarse por más que cueste. Y si bien sé que me va a seguir costando entender un mundo tan "loco" a veces, hoy estoy más cerca de resolver el acertijo del cubo que abandonarlo. Eso tiene mucho que ver con encontrar el balance, buscar el por qué, hablar con todos, ver los dos lados de la moneda. Lo bueno, lo malo. Lo que los ciudadanos chinos también consideran bueno o malo de lo que vemos todos los días.

Este está lejos de ser armado, pero juro que no estoy tan lejos.

He aquí con lo que me quedo tranquila: 

La escuela
Nunca me había pasado de ver que mi trabajo me sigue a casa. Siempre puedo dejarlo a un costadito en la puerta, pero no puedo olvidarme de que vivo en una escuela. Sí, vivo a 300 metros de donde trabajo, y la cercanía, el hecho de ver alumnos todo el tiempo, trabajar con ellos cuando aparecen de imprevisto golpeando la puerta me hizo darme cuenta que acá había que mirar, acá había algo distinto.

Lo malo:  me gustaría decir lo contrario, pero muchos veces al día y en silencio me veo pensando "qué está haciendo este señor?" y no de buena manera. Y siendo una ñoña de alma nunca me pasó no querer ir a la escuela. Me cuesta mucho enseñar como me enseñaron a enseñar. Viniendo de un mundo donde los alumnos tienen muchísima libertad me es difícil adaptarme a un sistema donde el alumno no es libre y si se les da la opción prefieren no ser libres, porque "es más efectivo". Aprenden a memorizar en todas sus materias, estudian más de 12 horas al día, hay miles de cosas que no se les enseña (y por eso tienen más de treinta y no saben leer un mapa) y no pueden elegir ni siquiera sus materias opcionales. Si bien todo está cambiando sigue habiendo algo que cuando lo veo me quedo sin aire y me deja muda (a mí, sí). Odio ver que los profesores maltraten a sus alumnos físicamente. Si bien no deberían, la mayoría está de acuerdo en que es algo que debe hacerse. Lamentablemente he visto cosas que no quise presenciar, muchas de ellas humillantes y denigrantes. Con decir que cada vez que envío a alguno a la oficina por mal comportamiento tiemblan como una hoja o se tiran al piso en señal de rendición. He aquí que sus maestros están ahí.
Lo bueno, en mi caso, es que hemos elevado una propuesta a la escuela para que cuando seamos testigos de estas libertades podamos reportarlas a quién corresponda para que el maestro sea sancionado. Honestamente espero ver muchas menos manos levantarse en mis horas de clase.

Lo bueno: lo que comen los alumnos es un asunto de suma importancia. Juro que debe haber un comité que trabaje exclusivamente para que el alumno coma sano y así pueda aprender mejor. Quizás esos 7 u 8 vasos de leche por día los haga crecer más. Contrario a lo que yo opinaba, hay muchos alumnos en la escuela que podrían ser muy buenos jugadores de basquet. Se le ocurrirá a alguien?

El video es del segundo desayuno del día. Lo bueno, el desayuno, la buena dieta, lo malo... tienen que practicar para marchar y entonces tienen que desayunar estando parados.

La comida
Lo malo: intoxicarse o no intoxicarse es  una lotería. A diario y sin quererlo realmente se puede ver a la gente descompuesta por la calle o corriendo a casa por un repentino caso de diarrea. Si bien todos me dicen que no pruebe la comida de los puestos callejeros, sé que mucha gente se intoxica yendo a restaurantes sofisticados y de alta reputación. Yo me intoxiqué comiendo papas fritas en un MacDonald´s. Por lo que me han explicado mis amigos de origen chino, no hay una noción clara de lo que se puede y no se puede comer, qué es fresco y qué no, y de qué es higiénico.
Pero bueno, así como uno nunca sabe cuándo puede suceder, por qué hacerse malasangre. (Por obvias razones no puse fotos aquí)

Lo bueno: Las fotos lo dicen todo. Mi dios, voy a volver hecha una vaquita (pequeñita, no es para tanto). Todo lo que pruebo es adictivo, desde las frituras que dejan su rastro de aceite en todos lados hasta las ensaladas con tofu… todo. No puedo decir que no extraño ciertas cosas, pero la comida china es exquisita. Punto.
Mi restaurant favorito en Las Cañitas, Buenos Aires, se llama Las Cholas. Encontrar una mesa y que el mozo recuerde que estás ahí y no pediste lo que querés comer es un poco difícil. Pero más difícil que eso es que te traigan lo que pediste en menos de media hora y encima que lo hagan amablemente. Uno se va con la panza llena, un poco disconforme y con mucha menos plata en el bolsillo.
Acá en China el mozo se desvive por el comensal. Lo que pediste está en tu mesa alrededor de cinco minutos después y si querés algún adicional te lo traerán en menos de dos segundos. Lo más curioso es que estos mozos ganan una quinta parte de lo que gano yo y no aceptan propinas. Salir a comer es un placer y no hay miedo a quedar en bancarrota sea donde sea que vayas.
Un placer!!!!

A esto nos dedicamos.

Desde el chow fan hasta la sopa china... voy a volver vaquita. Gracias a Dave Lambert por las fotos.

El paisaje

Lo malo: la contaminación. Amo correr. Corriendo es que se me acomodan todas las ideas, aunque sé que me detengo y me olvidé de todas esas cuestiones vitales que había resuelto hacía dos minutos. En Argentina corría cuando podía, literalmente. Acá en China decidí dejar de correr hace un mes. Juro que lloré ese día.
La razón: la contaminación ambiental. Si bien lo había leído en todos lados y uno puede ver a los ciudadanos usando máscaras, nunca pensé que era una exageración. Hoy estoy pensando en comprarme una aunque no creo que haya mucha diferencia.
Máscaras y no de Halloween.

Juro que Yangzhou se veía así ayer. Me compré una máscara...


Lo bueno: los paisajes de china son mágicamente únicos. Siempre quise venir acá, me fascina saber que finalmente voy a ver todos esos templos, voy a subir esas montañas, voy a recorrer esas murallas que siempre estuvieron en mi mente y hoy puedo hacer parte de mi vida.

jentravelstochina.wordpress.com - En algún lugar de China.
Uff... quiero empezar a viajar.


Los dos lados de la moneda, por ahora...

¿Vivís en China? ¿Qué pondrías de cada lado de la moneda?

domingo, 1 de diciembre de 2013

Un Largo Día de Acción de Gracias

En un pequeño bar de Yangzhou donde se juntan los expatriados viviendo en China, Angela corre desde la puerta y salta para abrazar a su padre. José le lleva nada menos que 45 años a su pequeña hija de 7, pero su rostro rejuvenece y se vuelve un niño para jugar con ella en la mesa de pool. Todos sabemos que ella va a jugar mejor que todos nosotros eventualmente. Sin dudas tiene al mejor instructor.

Hoy José agradece al tiempo por esa bala que aunque ya no está en su pierna él sigue sintiendo a veces en esos días de humedad tan característicos en Yangzhou.

Hace más de 30 años José aún estaba en el ejército. Amaba su trabajo y era respetado por sus compañeros. Aunque viajaba muy seguido y no podía ver a su esposa por largos períodos, tenía un futuro que brillaba. Hasta que un día sucedió lo que muchos dirán que fue desafortunado. En pleno Amazonas, a más de 30 grados de temperatura, en el medio de una zona empantanada y bastante lejos de la civilización, a uno de sus compañeros no se le ocurrió mejor idea que jugar con un arma. La bala atravezó la parte superior de la pierna de José, que con un grito sellaría el fin de su carrera. Su compañero terminó detenido por varios meses, pero él se tuvo que ir de baja.

La vida en casa iba empeorando, aún después del nacimiento de su primera hija. Y a falta de dinero, José tuvo que salir a trabajar de comerciante, una profesión que pensé no iba a ser para él. Definitivamente por su talento, o porque su esposa los había abandonado a él y a su pequeña hija cuando ésta era muy pequeña, este hombre se hizo a sí mismo el mejor vendedor. Mercedes Benz no tuvo otra alternativa que enviarlo a vender sus costosos autos a los magnates de China aunque él no quisiera.

Hoy, veinticinco años después de ese momento, José vive en China y tiene su propia empesa de logística. Se ha casado con una modelo China que lo adora y le da la familia que siempre necesitó. Se ha convertido en el padre modelo de una niña brasilera que crió solo yendo y viniendo de Brasil a China, y se ha vuelto el hombre en la vida de Angela.

He aprendido muchísimo de este hombre tan solo unos pocos meses después de mi llegada a estos pagos. Cuando escuchamos estas historias muchas veces no hacemos más que sentir ese espasmo estomacal y preparar esa mueca para decir "Uy, pobre". José no se considera a sí mismo un pobre tipo, hoy sabe que aunque todavía recuerda cómo se sintió esa tarde calurosa, es el tipo más afortunado del mundo.

Y es entonces que me di cuenta que así es, que somos afortunados porque a pesar de que nos han pasado cosas, o que nos pasan cosas, no dejamos de levantarnos todos los días para buscar aquello que nos haga llegar a destino. Cualquier destino. A nuestro destino. Y es en ese proceso que nos olvidamos de agradecer por todo lo que nos hace ser nosotros, por aquello grande y pequeño que nos ayuda a cumplir el objetivo.

Por eso, hoy, día de acción de gracias (festividad muy norteamericana pero a la que voy a adherir por este año únicamente) quiero agradecer por todo aquello que hoy me hace decir "estoy llegando a destino":

1)  Mi familia. Que me dio alas para volar y nunca me marcó los límites. Y que sigue mis locuras sin resoplar, por las dudas.
Antes de viajar a China me llevaron a Lujan a bendecir una virgencita para que me acompañe. No soy muy religiosa, pero le tengo pánico a volar así que la tuve agarrada todo el tiempo en el vuelo.
2)      Mi mejor amiga, quien me demuestra día a día lo duradera que puede ser una relación aunque te hayas agarrado de los pelos y gritado con ella toda tu infancia.
3) Mi segunda familia: mis amigos. Con los que extraño compartir una noche de picada con un Fernet.

  4) Tener un trabajo. Tener un hogar. Tener comida frente a mí en las noches. Tener calefacción. Tener servicios. Si uno abre los ojos se da cuenta de lo agradecido que debería estar.

5)Los pequeños regalos de mis alumnos, sus sonrisas al verme, y sus abrazos esas frías mañanas en las que digo “¿Si llamo y digo que estoy enferma?”.


Si me hará volverme el Grinch este curso. Pero cómo los quiero.

        6) Por esas personas que sin serlo llamo “mis profes”. Que me enseñaron y enseñan a vivir todos los días. De los que me gustaría poder obtener algo, aunque sea una lapicera usada.
          7)Esos momentos en los que caí muy bajo. Esos momentos en los que pensé que no iba a poder ser yo misma nunca más, y en los que me demostré encontrarme en todo momento sonriendo genuinamente.


         8)La gente que no quiero en mi camino. Porque he aprendido de ellos, pero no por querer ser como ellos.


         9) Tener dos piernas, dos brazos, dos manos, etc... y tener la plena libertad de hacer lo que mis ganas y mi bolsillo me dejen hacer. Sin que la sociedad, mi religión, mi gobierno me lo impidan.
Viajo a dónde quiero, cuándo quiero, con quién quiero, cómo quiero y si todavía tengo un mango en el bolsillo le traigo regalos a los que me esperan en casa.
       10) Haber aprendido inglés y haberme recibido en la Universidad finalmente. Porque gracias a eso puedo hacer lo que más me gusta: VIAJAR.


1     11) El levantarme todos los días muuuuuuuuy temprano a la mañana, estirme, bostezar, quedarme dormida y en el medio pensar “Estoy en China, carajo!”.

        12) El yoga. Qué sería yo si no practicara yoga. Qué hacés que no empezás a practicar.

 
      13)Mi necesidad de estar rodeada de gente todo el tiempo. Juro que conozco gente demasiado interesante de la que me estaría perdiendo si no fuera así.


      14)Mi muy poca paciencia. Ser inquieto te puede llevar a obtener la mejor receta de torta de café del mundo (sí, es la mejor, y qué?).

       15)Newton.



       16)Las buenas historias. Las que leo y las que intento transmitir. Qué sería de mi vida sin una buena historia que saborear.

      Me gustaría saber a qué tienen que agradecer hoy.


domingo, 24 de noviembre de 2013

Los dos lados de la moneda: lo bueno y lo malo de lo que se VE a diario en China (parte 1)

“Bien” contesto “Estoy bien”. Me es tan difícil formular respuestas a preguntas que me hacen sobre mi vida en China.

Hablando con extranjeros que viven en China y leyendo sus blogs me relajo al ver que es algo que nos pasa a (casi) todos. La respuesta a “¿Cómo estás en China?” Generalmente es “bien”. En particular, a mí lo primero que se me viene a la mente decir es “me siento más incómoda que durmiendo con cuatro personas en una carpa para dos”.

Creo que INCOMODIDAD es el sentimiento que se nos instala a los laowai ni bien pisamos China. Debe ser alguna cuestión química en el aire que nos provoca eso. Por supuesto que trato de no mencionarlo, y menos cuando alguien que llegó la semana anterior para enseñar inglés en una escuela igual que yo y probablemente en las mismas condiciones me pregunta “¿Qué pensás de China?”. Sin embargo siempre digo “dale tiempo, dejá que te conquiste”. Después dejo pasar unos segundos y los miro a los ojos y les digo “confiá en mí, dale tiempo”.

Lo bueno y lo malo de vivir en China
Vivir en China es difícil. Y esto tiene una sola y MUY simple razón: somos demasiado distintos. Recuerdo que me pregunté ese domingo después de mi primera semana dando clases “¿Vas a aguantar viviendo un año acá?”.

Quédense tranquilos que la respuesta es sí, pero porque aprendí una regla fundamental: observar sin hablar por unos momentos (hablar se puede traducir a pensar/hacer, pero es como chino básico, los mismos caracteres o ideas significan muchas cosas distintas).

Cuando decidí mudarme a China no hablaba chino, no sabía nada de su sistema filosófico, ni de sus hábitos, sus tradiciones… y era consciente de que eso era un error simplemente porque cuando uno no sabe juzga en demasía. Es como el miope que sale a la calle sin anteojos. Créanme que hay muchas situaciones que uno no entiende.

Si uno juzga lo que ve instintivamente les puedo asegurar que la lista de lo negativo se vuelve interminable. Es por eso que es vital tomar nota mental, compartirlo, intentar entender. Por supuesto que no hablo de aceptar lo que no se puede aceptar. De hecho hay muchas cosas que veo que no avalo de ninguna manera. Pero entender aliviana la carga del día a día, y muchas cosas se vuelven hasta divertidas.

La moneda tiene dos caras, detestamos lo que vemos y a la vez amamos lo que vemos todos los días.
Se me ocurrió entonces salir con mi libreta y preguntarle a los extranjeros qué colocarían de cada lado de la moneda, lo bueno y lo malo que podemos ver en nuestra vida diaria en China.

Dividido en 6 categorías, las primeras tres entran en este post, para las otras tres hay que esperar:

  1. La calle
  2. La gente
  3. Los animales
  4. La escuela
  5. La comida
  6. El paisaje


1. La calle

Lo malo: el tráfico. Dar un paseo en bicicleta en China puede ser muchas cosas menos una actividad relajante. Cuando llegué a China dos de mis colegas habían tenido accidentes en moto esa misma semana. Los dos se veían igual, moretones por doquier y vendas amarillentas rodeándoles las extremidades. Habían sido dos accidentes distintos. Un par de días después me enteré que todos los que tenían motocicleta habían tenido al menos un accidente en el último año, y que el trofeo por más accidentes lo tenía la asistente de dirección habiendo sido protagonista de quince.

En China las calles y avenidas aparentan ser organizadas. Inclusive uno puede encontrar un gran sistema de semáforos en todas las calles. Eso no implica que la ciudadanía respete reglas de tránsito que quizás no sepa que existen, que maneje en la senda correcta y a una velocidad prudente, que gire mirando quién viene atrás, use las luces de noche, aminore la velocidad al llegar a las esquinas, respete el letrero que dice “no girar en U”, frene despacio en una calle transitada… etc. Para que lo observen con sus propios ojos he aquí un video del tráfico de Taizhou, muy cerca de Yangzhou.


La única vez que viajé en bicicleta hasta un café juro que estuve a punto de morir dos veces. Cuando llegué al café, mi amigo, que hace mucho más tiempo que yo vive acá, me explicó que los permisos de conducir se consiguen fácilmente, nadie les enseña reglas de tránsito para obtenerlos, se puede conducir sin manejar (no pregunten por qué intentan conseguir el permiso) y lo más importante, el auto como medio de transporte se introdujo masivamente hace muy poco tiempo. Eso quiere decir que aunque todos sepamos que nunca van a lograr un tránsito organizado, en el futuro se cree que se va a poder transitar por las calles sin temor a ser comida para los peces.

Lo bueno: la seguridad. A comparación de lo que se puede vivir en otros lados, garantizo que China es el lugar más seguro en el que he vivido. Uno puede caminar por las calles de Yangzhou a las 4 0 5 am sin buscar instintivamente posibles ladrones en la oscuridad, se puede dejar la puerta abierta cuando uno sale de sus casa y se puede utilizar el celular en el colectivo sin temor a que te lo saquen antes de haber enviado ese mensaje importante que estabas escribiendo en ese preciso momento. Eso es algo que no extraño de Buenos Aires.
Las bicis se pueden dejar sin candado en la calla y no hay temor de robo.
2. La gente

Lo malo: la falta de gentileza. Una de las cosas que le exigí a mi profesora de chino a que me enseñara decir es “Ud. es muy maleducado”. Hacer fila en un banco, supermercado o negocio implica cuidar en todo momento que alguien que recién llega no se adelanteal lugar pase primero. En mi país se dice “colarse” y se paga con represalias y muy mal karma.

El día a día en cualquier negocio... haciendo cola =D
La caballerosidad acá no existe de la misma manera en que la conocemos. O no existe, punto. Los hombres son los primeros en subir a los colectivos, ascensores y edificios (si es necesario empujando para lograrlo). Y creo que nunca vi a un hombre cederle su asiento a una mujer embarazada o a un anciano. El hombre es el poder personificado y es por eso que si es su voluntad pueden hacer lo que quieran, incluso imponer reglas absurdas como “las mujeres no pueden hablar antes que el hombre lo haga en una reunión de trabajo”. Hay excepciones, muchas, pero no las hay en demasía.

Y por último la falta del servicio al consumidor. Las dos reglas de Walmart son 1: “El cliente siempre tiene la razón” y 2: “Si el cliente no tiene la razón, volver a la regla Nro. 1”. En China esto es al revés. El cliente nunca tiene la razón y si la tiene no se lo digas. No es poco frecuente escuchar “mei you” (no tenemos). Uno sabe que sí lo tienen, pero eso te dicen y no lo buscan. Quizás tengan miedo de no encontrarlo y decirte que efectivamente no lo tienen, o quizás saben que vendrá seguro alguien más a comprar algo que sepan dónde está. Hay 40 billones de habitantes, no se van a quedar sin clientes.

Lo bueno: su gentileza y su curiosidad por el extranjero. Me han explicado que el chino es muy individualista, que siempre va a cuidar lo propio y defenderse de lo ajeno. En una sociedad donde hasta hace unos pocos días solo se podía tener un niño puedo creerlo, pero así y todo sé que no es enteramente verdad.

Me sigue sorprendiendo su predisposición aún en ocasiones en las que uno sabe que están en apuros. Es extremadamente extraño que la gente no se pare a ayudarte cuando les pedís ayuda. Pueden estar corriendo que aún así se detienen para ver qué necesitas. Siempre intentan leer el mapa y si no lo entienden llaman a alguien en su familia que quizás sí sepa. Y créanme que no lo podía creer cuando me confundí de rumbo la semana pasada y los pasajeros del colectivo, entendiendo mi pobre chino, hicieron que el colectivero volviera para que me bajara en la parada de colectivo correspondiente. Habían cumplido su tarea, lo pude ver en los rostros de los campesinos que sonreían mientras me saludaban.

Los animales en China

Lo malo: el maltrato. En mi primera semana aquí fui al supermercado y me encontré con lo que ven todos cuando llegan al sector de la comida fresca: una gran isla de “peces” y mariscos. Son de lo más fresco que se puede encontrar, hasta quizás lo puedas filetear vos mismo mientras está vivo. Sí, se los puede sacar del estanque diminuto donde los tienen y los preparan mientras todavía se mueven y de la forma más lenta posible. Se cree que así el animal eliminará las toxinas que vuelven a la carne poco tolerable.

Los hay en llaveros, pero estos son mascotas y son cada vez más comunes. Pueden ser pequeñas tortuguitas y por qué no hamsters. Viven por un par de vías y mueren. Aquí tres peces dentro de una pequeña bolita.
 Si bien no es algo que uno quiere ver todos los días, ya había visto algo así en otros países. Lo que me hizo salir del supermercado pálida y triste fue ver la sección de los cangrejos. No voy a mentir, cuando veo mariscos y pescados dejo de ser vegetariana, pero cuando vi esto decidí no volver a comer carne: los cangrejos empaquetados para que la gente se los lleve comenzaron a mover sus patas por debajo de las pequeñas sogas que los mantenían prisioneros.
Sip, vivos, así como los ven.
La semana pasada casi compro una tortuga de agua solo para que no sufra el estar dentro de una bolsa de fruta. Desafortunadamente salía más cara de lo que tenía en la mano… y estos son algunos de los muchos casos diarios en los que me veo frunciendo el ceño.

Estas son tortugas que se venden en el supermercado, están vivas en una bolsa de fruta.

Lo bueno: el rescate. No hay día que no me llegue noticia de organizaciones que rescatan animales en paupérrimas condiciones. El rescate de osos es un caso singular.
No recomiendo ver videos de estas cosas.
El oso es un animal preciado por su bilis, que se utiliza para curar males gastrointestinales a pesar de su pobre base científica y de la posible sustitución por materiales sintéticos. Muchos activistas, inclusive de origen chino, se dedican a comprar osos en las granjas y rehabilitarlos en sus centros. No puedo decir más. Mi admiración pura.

Qué cosas se ven donde vivís vos?

martes, 12 de noviembre de 2013

Sopa China

Quisiera agradecer a Brad Denbow, maestro de inglés de segundo grado en Xin Dong Fang (Yangzhou) y excelente dibujante, por la nueva ilustración de la cabecera de mi blog. También le quiero agradecer a Ben Horne, también compañero de trabajo y excelente editor gráfico, quien me ayudó a editarlo.


Lamian: lo que podemos ver en un simple plato de fideos

Somos lo que comemos, no hay duda.

Podríamos decir que si uno analiza lo que tenemos en la heladera encontraríamos la causa de por qué decidimos ir al gimnasio, por qué nos falta color, por qué estamos cansados, por qué tenemos demasiada energía o por qué estamos anaranjados (sí, ese aspecto que contraje durante mis último año de la secundaria no fue casualidad, fue culpa de la inmensa cantidad de zanahoria y zapallo que se me ocurrió comer… nunca más una naranja con pies).

Pero la frase no solo habla de cómo lo que comemos nos cambia la fisonomía, sino de algo un poco más ambicioso como idea. Somos lo que comemos porque en algún punto dentro de un simple plato yace el reflejo de una gente y su ser en su totalidad.

Cuando me pregunto qué hago acá (más seguido de lo que pensé en un principio) a veces me digo que China se parece un poco a mí. Escribo sin seguir ningún patrón, mis posts tienen y van a tener muchos temas y formas. Soy así. Pero mi estilo de escritura, caótico y variado, se asemeja a lo que vivo en China: aquí gobierna el caos organizado en todo ámbito posible. Todo es una gran sopa china.

He aquí el porqué del título de mi blog.

Y qué mejor que hablar del típico plato de fideos chinos para llegar a mi objetivo de hoy. Comencemos.

Los fideos chinos se volvieron una obsesión para mí antes de mudarme a este lugar. Como cualquier otra persona con algo de sentido común me puse a investigar acerca de la ciudad a donde iba. Como casi siempre me sentí un poco perdida hasta que di con una serie de videos en Youtube titulados LivingAs A Laowai. El primero era un breve video satírico sobre la vida de unos profesores de inglés en la ciudad de Yangzhou.



Irónico y alocado, el video mostraba la verdadera Yanghzou en pocas palabras: tranquila, pueblerina, en desarrollo y muy contaminada. Si bien me podría haber horrorizado y cancelado el viaje ahí mismo, mi mente fijó su atención en una sola cosa del video: un enorme plato de fideos con salsa que el protagonista estaba comiendo en su desayuno. No solo se los veía exquisitos sino que también los había visto hacerlos. PASTA FRESCA. Como buena amante de la comida china sabía que tenía que ir a ese lugar.

Para mi suerte, mi primer almuerzo en Yangzhou fue un enorme plato de lamian en el restaurant The Big Lamian (nombre inventado por los profesores de la escuela, dudo que alguien sepa cómo se llama el lugar). Y porque era mi primer día y no podía más que eso me senté a observar lo que sucedía a mi alrededor sin decir palabra. En unos quince minutos que duró el almuerzo, sosteniendo palitos chinos de marfil y mirando dentro de mi bowl de sopa aprendí algunas de las reglas fundamentales a respetar si uno quiere realmente vivir lo que es China:

1)      Nunca vas a tener el control absoluto de lo que hacés. Y si a comida se refiere, mejor hacerle caso a alguien que ha vivido en el lugar por algún tiempo y dejar que este pida la comida.

2)      Cuando un local te habla pero no te mira a los ojos mejor alejarse. Si uno pregunta si la salsa picante que está en la mesa es del día y te dicen “sí” mirando a un costado, ya sabés qué hacer.

3)      Uno es el raro, no ellos. No hay que protestar si el menú está en chino, tenés que recordar que ellos usan otros caracteres que sí entienden.

4)      Todo es comida china si se come con palitos chinos.

5)      Tenés tres segundos. Si lo que estaba entre tus palitos se cayó tenés exactamente tres segundos para levantarlo. Si ha estado en la mesa por más de eso comerlo puede tener efectos poco deseables.

6)      Nunca te saldrás con la tuya. Si pides que tu comida tenga menos picante le pondrán más aceite, y si la pides con menos aceite nunca te van a prestar mucha atención.

7)      Siempre tenés que pedir una segunda o tercera o cuarta opinión. Si les pides recomendaciones en el menú ellos llamarán a sus esposas, esposos, hermanos, hijos… amigos y hasta llamarán por teléfono para decirte qué les parece que es bueno. Puede llevarte tiempo.

8)      Y lo mas importante, tenés que entender lo heterogéneo, lo complicado, lo inaceptable, lo incómodo. Cuando alguien te lleva un plato a la mesa hay que mirarle a los ojos, sino podrías perderte una gran historia.

Quien me había llevado el plato a la mesa ese día era una mujer de rasgos marcadamente distintos a los de otros ciudadanos chinos. Llevaba un pañuelo en la cabeza que apenas cubria su rostro, su piel era más oscura y sus ojos mucho mas amplios y profundos. Ella era musulmana.

Ni Qijab ni Niqab
¿Por qué me había sorprendido tanto? Lo habia leido ya en algun lado. Hay más de 50 minorías en China, de las cuales 8 son de origen musulmán. Yangzhou posee una de las más grandes comunidades musulmanas del pais y la mayoria de sus integrantes se dedica al negocio gastronómico. Es más, en general, los pequeños negocios donde se comen fideos chinos están dirigidos por familias musulmanes.
Restaurant musulmán (verde por si no lo notaron)
Pero verlo y vivirlo es muy distinto a leerlo. Se vuelve real.

Si uno se detiene en los detalles juro que se intuye como a través de los años, y sin dejar de llevar en sus manos el cincel que los ata a su religión, han dejado esculpir en su comunidad hábitos y características de la sociedad china que los adoptó y los llama hoy iguales después de haberlos aislado por centenios.

Los hombres llevan el típico gorro musulman, las mujeres no llevan ni Qijab ni Niqab, sino unos simples pañuelos que apenas cubren su rostro. No se cubren el cuerpo y usan camisas y pantalones que usarían otras mujeres. Las mezquitas han adoptado la forma de un pagoda chino y usan los mismos materiales antisísmicos. Sus nombres y apellidos se han fusionados con los de las familias Han a través de generaciones y todos hablan el dialecto local a la perfección.

Los musulmanes de china son hoy una síntesis de un largo proceso que si bien es evidente en muchos sentidos es imposible de ignorar cuando uno va a sus restaurantes.
Mezquita de Xi'an, una de las más grandes. Muy parecido a un pagoda chino.
El lamian proviene de Lanzhou, provincia del noroeste de China mayormente poblada por musulmanes. Si bien no se puede precisar cómo, ni cuándo, ni quién los hizo en un principio, se sabe perfectamente quiénes tienen la mejor receta. Los fideos son una fuente inagotable de comida que para los musulmanes es religiosamente aceptable. Por qué no perfeccionar una comida que es perfecta para ellos: libre de carne de cerdo, limpia y acompañada con una dosis de sopa (comida halal). Si bien se preparan con métodos de cocina china, se sabe que es netamente original.

Lo sorprendente es ver cómo el lamian se ha vuelto una comida esencial en la dieta de todos los chinos. No solo musulmanes hacen cola para comprar los extremadamente baratos platos de lamian que preparan en estos lugares. Todos vamos ansiosos para ver al cocinero practicando su magia en menos de dos minutos:

·         La masa se estira.
·         Los fideos aparecen espontáneamente.
·         Los fideos se hierven por unos 30 segundos.
·         Y se sirve el plato en la mesa.

El video ilustrativo de lo que hacen estos maestros.



He aquí mi primer plato de lamian.

Sopa, carne vacuna, cilantro, pimienta, ajo, especias varias y por supuesto... lamian.
China y su gente es como un bowl de fideos. Historia y síntesis. Heterogeneidad e integración. China es muy complicada y a la vez muy simple.